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Escrito por el Sep 2, 2013 en liturgia de las horas | 6 comentarios| etiquetas: en el estante, libros de imágenes, libros de infancia

quiero aprender a cocinar

Allá por el año 69, Molino –una editorial extraordinaria– editó en España unos libros ilustrados publicados originalmente en Inglaterra que recopilaban recetas sencillas con las que los niños pudieran iniciarse en la cocina.

La edición española es un calco del original inglés de Hamlyn: entre ilustraciones que hoy son deliciosa y rabiosamente vintage, una pareja de animalitos enseña a los niños cómo preparar un repertorio animado y apetecible de recetas aptas para principiantes.

En el primer volumen, el del 69, eran un perro y una gata con sendos lazos al cuello (Nicholas y Lucy). En el del segundo, el del año 70, son de nuevo un perro y un gato, pero esta vez, por decirlo así, con más «flema inglesa» (Álex y Sebastián).

En casa. Libros cocina
No es nada exagerado decir que yo empecé a cocinar con esos dos libros.

Después vendrían los volúmenes de la colección Documental en Color, de Teide-Agostini (más detalles en la siguiente entrada…), y después, directamente, los de la biblioteca de casa que más gastábamos por entonces: las 800 fichas coleccionables de Salvat del año 74 en su organizador de plástico rojo.

Después, hacia mis catorce años, descubriría el encanto de las recetas del Marie Claire Idées y del Country Living y caería para siempre en los brazos de la cocina francesa y del country cooking (la cocina «campestre» de los ingleses).

Aquí en los 70 nadie a quien le fueran bien las cosas tenía el menor interés por vivir en el campo, o sea que aquello del idílico country living en la España que estaba empezando a dejar de ser rural era una especie de oxímoron, pero a mí me fascinaba por completo y sin reservas.

Aquello del campo, de la artesanía, de las bayas y los frutales, del folclore popular, de las conservas y las mermeladas, de las gallinas y de cocinar en una AGA era lo mío; aún no había tenido ni siquiera un novio y apenas me dejaban empezar a llevar dos dedos de tacón, pero eso lo sabía yo ya sin atisbo de duda.
Por suerte para mí –y un poco menos para los que conviven conmigo–, siempre he sido una cabezota radical y eso de las modas del momento siempre me la ha traído un poco al pairo.

Hoy he repasado los dos preciosos libros con calma, he vuelto a acariciar y a oler sin prisa su generoso formato cartoné y las hojas de ese fantástico papel grueso y mate, con sus manchas de aceite y las crucecitas rojas de rotulador señalando mis recetas preferidas.

En casa. Libros cocina
Algunas recetas de esos dos libros pasaron ya entonces a formar parte de lo que después resultó ser mi colección íntima definitiva: las patatas asadas al queso (patatas Delfina, las llamo hoy), la quiche Lorraine (pastel de Lorena, le llaman Nicholas y Lucy) y el Croque Monsieur.

Dice Lucy a propósito de las patatas:

Nota: el mejor momento para hacer Patatas Asadas al Queso es cuando mamá está usando el horno. Si está demasiado caliente, pon la bandeja de las patas abajo de todo…

En casa. Libros cocina
Imposible no sonreír.

Y en la trasera del segundo libro Álex y Sebastián nos dicen:

«aquí presentamos una selección de recetas, muchas de ellas sugeridas por niños, lo que demuestra que cocinar es divertido. Las recetas son fáciles y rápidas de preparar, de modo que las cocineritas no tendrán tiempo de aburrirse…»

Y así era: en aquellos años la cocina de casa era un territorio en el que reinaban exclusivamente las mujeres.
El único hombre que conozco que cocinara en serio en su casa (es decir, que lo suyo no era entrar en la cocina los domingos a hacer la paella ni atarse un delantal setentero para preparar el vermut de los viernes noche, sino que iba a la compra cada día y cocinaba la cena del día y la comida del día siguiente al volver del trabajo como cualquier ama de casa que trabajara), era mi padre.

En casa. Libros cocina

Ahora que todo este asunto del sexo y la cocina ha cambiado bastante (aunque de lejos no lo suficiente), vuelvo a mirar estos libros y me produce un intenso placer comprobar que estos dos libros no han envejecido en absoluto, y que lo único que necesitarían para pasar por una edición moderna y decididamente «cool» en la mesa de novedades de cualquier librería sería una portada con las esquinas sin machacar, unas páginas sin huellas de deditos aceitosos ni marcas ni rotu rojo… ¡y unos cuantos cambios de género!

Y como siempre que me pasa algo así cuando regreso gozosamente a un libro, esta noche me acordaré de brindar a la salud de ese hombre o esa mujer que no conozco y cuyo fabuloso olfato de editor me regaló tanto placer, durante tantos años.

Quiero aprender a cocinar: libro de cocina para niños. Úrsula Sedgwick. Ilustraciones de Martin Mayhew. Colección Grandes Libros en Color, nº 1. Editorial Molino, 1969.
¡Qué divertido es cocinar!: recetas rápidas y sencillas para pequeñas cocineras. Úrsula Sedgwick. Ilustraciones de Martin Mayhew. Colección Grandes Libros en Color, nº 3. Editorial Molino, 1970.

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6 Comentarios

  1. Ya tenías buen ojo por aquel entonces, eh?
    La quiche Lorraine, musa de mi infancia, platazo donde los haya. Patatas delfina, la perfecta comida corazón! (Siempre me acordaré de Jaime a la 1 o 2 de la madrugada, decidiendo que era un buen momento para hornear unas patatas delfina.)

    «Rabiosamente vintage»
    Genialidad en estado puro.

    N.

    • Está feo que lo diga yo princesa, ya lo sé, pero para algunas (pocas!) cosas siempre he tenido muy buen gusto… Por ejemplo, ya me dirás si tú no me has salido poco bien, bachoqueta!! <3

  2. Querida Fernanda, acabo de descubrir tu blog y he quedado totalmente encantada con él. Tienes unas recetas maravillosas, unas fotos estupendas y unas entradas que enamoran. Me han gustado todas, pero especialmente en las que hablas de tus recuerdos de la infancia y nos enseñas las fotos en la playa con tus abuelos ¡Que maravilla! Son grandes tesoros que supongo guardarás con mucho cariño. Me quedo por aquí para no perderme nada. Besicos.

    • Querida María, ¡qué emoción, una compi!!! Cuántos piropos! Qué gusto da encontrar comentarios como el tuyo. Me has alegrado el día, de hecho me has dado alegría muchos días, ya que te contesto con superetraso. Muchas gracias, y que sepas que ya me he pasado por tu «casita» hiperespacial, y me la he metido en mi bloglovin’ para no perderme ni una. Mil gracias y un abrazo fuerte!

  3. QUerida Fernanda,

    Yo también aprendí a cocinar con este par de joyas. Las galletas del zoo y los cracolates eran unos favoritos de mi hermano y el «pastel Lorena» una salvación para la cena (por fortuna para mi madre)
    Intentaré encontrar otra vez al menos el primer ejemplar, porque echo de menos las dos primeras recetas… por consentir a mi hermano, más que nada y para que mi hijo descubra mis primeras recetas. Hoy, encontrar este blog me ha traído incontables buenos recuerdos.
    Gracias!

    • OOOOOH por favor qué ilusión me hace!! Tengo asumido que soy rara en un montón de cosas pero cuando me encuentro con personas como tú con las que compartir cosas como ésta, me emociono. En serio. Tus «gracias» me saben muy muy dulces hoy.

      Un abrazo! Feliz fin de semana!

      p.d.: si te dejas ganar por la nostalgia, puedes comprar un ejemplar de segunda mano de la edición del año 69 del primero en este enlace, o aquí. De este libro hubo una reedición en el año 83, también hay un ejemplar en venta en Iberlibro de esa edición.
      Del segundo no he encontrado ningún ejemplar en venta en castellano, está sólo en francés. :·(

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