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Escrito por el Jun 26, 2019 en liturgia de las horas | 2 comentarios| etiquetas: casas, despacito, despertares, el camino del sol, el mundo es un regalo, mirar la luz, paladear

son las ocho de la mañana

·son las ocho de la mañana, sábado ·

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Las campanas están dando las ocho. Abro los ojos, ojos risueños de sábado en el cuerpo. La casa está sumida en el sopor dorado del mayo maduro, un polvo de oro adormilado flota sobre ella.

Teo espera pacientemente sobre el suelo de madera del comedor, estirado sobre una mancha de sol.

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Recorro la casa levantando persianas, abriendo las ventanas, deslizando sobre ellas las mosquiteras. Va a ser otro día de poniente, quiero que mi amigo el viento del Oeste, que a esta hora deliciosa aún lleva puesto un vestido fresco, tenga tiempo de esponjar toda mi casa antes de que se seque y cruja como pinocha al sol.

Zoe me oye y salta de la cama de Noël, cae mullidamente sobre el suelo, se estira en un arco, me mira calculando, me lanza una interrogación en forma de maullido. ¿Desayunamos?

Los dos gatitos me siguen mientras cumplo con mi ritual de ofrecer la casa a los vientos, como ratones detrás del flautista.

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Toldos echados, sombrilla desplegada, el poniente asilvestrando la casa con su perfume de aprisco marino, es la hora de darles de comer. Sus platos bajan desde el banco describiendo una curva conocida, sus cabecitas la repiten como radares oriéntandose.

Pájaros que no sé nombrar saludan el día con gorjeos, algarabía de placer. Bandadas de golondrinas pasan a dos palmos de nuestra terraza en batidas raudas, envueltas en sus grititos encadenados, dejando la cinta de su exhalación tallada en el aire.

Las hierbas del plantel levantan sus cabecitas al sol que comienza a filtrarse bajo el toldo. Chispas lánguidas dibujan las ondulaciones de la brisa sobre las hojas del rosal. Gotas de sol resbalan sobre los pétalos naranja azafrán de las caléndulas.

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Coloco dos tostadas en el tostador, saco de la nevera la mermelada de limón hecha con los limones cascarúos de mi padre, el olor acaramelado del pan tostado y del café que humea en la cafetera llenan el comedor de sabor a bendiciones.

Son las 8 de la mañana, sábado. Un mundo recién estrenado nos espera.

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2 Comentarios

  1. «Eran las nueve de la mañana. Santo Domingo, ocho de enero» El título me ha recordado esta estrofa.

    No importa que no sepas el nombre de esos pajaritos que gorjean. Ellos saben el tuyo.

    Besos. (…) (…)

    Jose

    • Sí, ¿verdad? Mutuas afinidades electivas. : )
      Beeesooooos!!

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