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Escrito por el Dic 12, 2012 en liturgia de las horas | 0 comentarios| etiquetas: gente extraordinaria, los constructores, sentido de la vida

crema de calabaza magica

El 5 de diciembre murió Oscar Niemeyer.
Le faltaban diez días para cumplir 105 años.

Jerica. De Shariqua a Novaliches y vuelta

Yo, que como él, ya no puedo creer en un Dios como el de los de los católicos, cuando me entero de una historia como ésta agradezco al dios en el que no creo que le haya concedido una medida de vida tan generosa: porque es cierto que hay quien la merece más que otros, y Niemeyer pertenecía a esa clase exigente de personas.
Por eso Niemeyer quedará en la memoria de este pueblo frágil que es la especie humana. Porque veniendo de donde venía, supo imaginar, y después construir, un futuro nuevo, una imagen nueva, algo que nunca nadie había imaginado antes. La palabra utopía se recrea y renace cada vez que una criatura como él la toma entre sus brazos.

Nuestra vida de cada día está llena de razones para claudicar. Pero hay quien no se rinde nunca. Los más valientes, que suelen ser también los más divertidos, los más juguetones, los más apasionados, siempre guardan su propia carta en la manga, y saben cómo apañárselas para ir de mano hasta el final de la partida.
Los que apreciamos la filosofía podemos quizá sacar más provecho de épocas tenebrosas como ésta, cuando escuchamos historias como la de Oscar Niemeyer. Hoy que a tantos nos parece, y obviamente no sin falta de razón, que el mundo se va al garete, leemos la leyenda que él eligió para su lápida: Oscar Niemeyer, arquitecto, brasileño. Vivió entre amigos. Creyó en el futuro.

Jerica. Shariqua. Calabaza

Se hace un silencio en el corazón después de leer eso. Porque uno entiende de golpe que el futuro lo crean las personas que confían en él. Lo crean desde la nada, porque el futuro no existe. No existe hasta que alguien lo imagina. Se lo inventa. Y después lo persigue. Lo seduce. Conjura el universo entero para convertirlo en devenir.
Da igual lo mal que estén las cosas. El futuro es una entelequia. Y lo materializan los locos que pueden creer más en las fuerzas ciegas que dirigen el mundo hacia el futuro, que quienes lo agotan prematuramente en los lugares comunes de las charlas de café.

Jerica. Shariqua. Calabaza

Tirad, queridos amigos, tirad. Estirad el futuro para hacerlo llegar hasta nosotros. Todas las fuerzas cuentan: el futuro será la medida de nuestro esfuerzo, de nuestra imaginación y de nuestra bondad.

Eso es lo que la vida de hombres como Niemeyer, honesto, nada glamouroso, portentoso creador y visionario, comunista desde que abandonó su casa fervientemente católica, nos enseña.

La mujer que una tarde se cruza con los ojos de un hombre delante de un carajillo, y no aparta la vista, y comprende que ha nacido una historia contra la que no tiene sentido rebelarse. El hombre que mira un entorno y es capaz es recrearlo usando palabras que nadie conoce aún. El hombre y la mujer que deciden llegar a donde creen que pueden llegar por un camino que aún no tiene ninguna compañía. Ellos son los que crean y recrean el mundo cada día. Los demás vivimos de prestado.
Cenicienta rompiendo su destino confiando en las palabras de una mujer un tanto peculiar, entrada en carnes, risueña y con varita mágica incluida en el set, que le ofrecía convertir una calabaza en carroza para acudir rauda a una cita decisiva.

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Siempre me lo pregunto: ¿qué habría pasado en ese cuento si Cenicienta se hubiera reído del Hada cuando le propuso hacer un carruaje con una calabaza y media docena de lacayos bien templaos con seis ratones de huerta?

(ufff, nooooo, prefiero no pensarlo, la verdad…)
Así que tú, dios en el que no encuentro la manera de creer, aprovecha esos dones que acabas de llevarte. Seguro que por allí donde tú vives también necesitáis a alguien que reviente esa puerta en donde todos venimos a atascarnos, para enseñaros la vida luminosa que hay detrás.

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Hoy, crema de calabaza mágica. Calabaza, como la de Cenicienta. Mágica, como la de Niemeyer.

Recordad: los únicos límites que de verdad existen son los que levanta uno mismo.

Gracias, Oscar. Y ahora descansa en paz, que bien te lo has ganado. (Aunque no creas que no pienso todo el tiempo que eso no es precisamente lo que tú hubieras elegido si te hubieran dejado elegir…)

Que tengan buen viaje los guerreros
que han sido fieles a su pueblo
que el dios de los vientos hinche el velamen de su barco…
y que a pesar de su viejo combate
el amor colme su cuerpo generoso
y encuentren el camino de sus viejos anhelos
lleno de aventuras, lleno de sabiduría…*

*versos traducidos libremente del poema de Constantin Kavafis, Viaje a Ítaca.

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