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Escrito por el Mar 30, 2016 en cocina de cosecha | 9 comentarios| etiquetas: ahumados, arroz, curry, primavera, salmón

kedgeree

es aún más fácil

A menudo, sobre todo en ciertas épocas de la vida, en los momentos de crisis o de cambio, en los momentos de clausura de ciclo, o cuando abrimos las puertas a una etapa nueva, nos hacemos preguntas sobre los acoples entre nuestra vida afectiva y nuestro desarrollo profesional, y también nos hacemos preguntas de balance. Nos preguntamos si nos hemos equivocado, si elegimos bien, si estamos en el camino correcto. O si hemos alcanzado el prestigio y el éxito suficientes. (¿Suficientes para qué? ¿O para quién? Esa es otra pregunta interesante).

Estos días tranquilos de Pascua, viendo una película que os recomiendo si encontráis la ocasión, me ha venido a las manos una respuesta a esa pregunta que no tiene que ver exactamente con el esfuerzo intelectual por contestarla, sino quizá, precisamente, con todo lo contrario.

La película se llama «Una pastelería en Tokio». Japonesa y firmada por una mujer, Naomi Kawase, es una de esas películas diáfanas, delicadas y luminosas que se despliega como un aria.

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Tres personajes, un hombre y dos mujeres, que atraviesan épocas muy diferentes de sus vidas -adolescencia, madurez y ancianidad- se encuentran en el modesto marco de una diminuta pastelería artesanal que vende dorayakis, un pastelito tradicional japonés relleno de pasta de alubias rojas dulce.

Los tres personajes están, de algún modo, varados al fondo de sus vidas. Cada uno de ellos, por razones distintas y de peso, siente la falta de oxígeno vital que les produce su situación de estancamiento, de camino sin salida.

Los tres, cada uno a su manera, enfrentan la vida y las relaciones sin pizca de cinismo y con una ternura poco común, que en el caso de las dos mujeres añade también grandes dosis de candor e inocencia. En la más joven, aún simbiótica; en la anciana, elegida y consciente.

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Toda la película está habitada por la influencia de una naturaleza animada, que habla, pregunta y cuenta historias, y que actúa a la vez como fuente y como reflejo de la inocencia de las dos mujeres.

Cada árbol susurra de modo audible, envolviendo la línea de tensión de cada personaje en un rumor de brisa. Y como si destilara de esa música de agua, en el horizonte de cada personaje va perfilándose la intuición de que el encuentro y la liberación vivificadora es posible.

La película en japonés se llama «An», el nombre de la pasta dulce de alubias rojas. No es casual, ya que en la lenta preparación de la pasta está cifrado ese secreto que es el motor íntimo de esta historia: la actitud de respeto radical ante la vida, y el descubrimiento de la vida como un ejercicio de escucha de lo maravilloso (lo maravilloso, the wonder, recordáis aquel libro sobre el que hablamos hace tiempo, The Sense of Wonder, de Rachel Carson? Ahora me doy cuenta de que son dos posturas vitales que nacen del mismo cordón umbilical).

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Y no os cuento más… por si os animáis a verla.

Pero os diré ahora por qué he querido hablaros hoy de ella.

Cuando el ritmo narrativo alcanza su clímax, la anciana dice:

«¿Sabe, jefe? Nosotros hemos nacido en este mundo para verlo, y también para escucharlo.
No importa en qué nos convirtamos.
No hace falta ser alguien en la vida.
Cada uno de nosotros da sentido a la vida de los demás.»

Esa frase cae desde lo más alto del vuelo de la película como una piedra plana dentro de un estanque.

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Los ecos de las ondas que produce se extienden hasta que te alcanzan a ti, que estás al otro lado de la pantalla, y te hacen vibrar como una campanita.

Porque es una frase que empieza y termina en lo que lleva dentro. No necesita ninguna explicación.
Ninguna palabra añadida.
La verdad que contiene es inmediata como un niño y redonda como una naranja.

.
.

Está claro que ésta es una clase de verdad que hoy está en desuso.
Pero también pienso que si te gusta leer este cuaderno, es fácil que tú seas uno de aquellos en quienes el guijarro cae y resuena.

Así que aquí os dejo este regalo de Pascua, una época perfecta para cualquier regalo de renacimiento: lo más importante de todo, en este mundo nuestro donde la única gobernanza auténtica es la del paso del tiempo, más importante que el prestigio, el éxito, el reconocimiento, la riqueza, cualquier clase de poder y conquista, más importante incluso que el logro intelectual, es cómo nuestra vida da y dará sentido a la de otros.

Felices Pascuas, para todos.

kedgeree

El kedgeree es un plato de arroz aromático con pescado ahumado -por lo general bacalao ahumado-, curry y huevos que forma parte de los clásicos ingleses para el brunch.

Parece ser que podría derivarse del vocablo indio khichari, una nomenclatura genérica que designa a una gran variedad de platos de arroz combinados con legumbres y verduras y especiados de diferentes maneras.
Los ingleses debieron haberlo conocido y disfrutado en las colonias y lo adoptarían después, reescribiéndolo, ya desde la época victoriana.

Hay montones de recetas de kedgeree circulando por ahí y todas varían en alguna cosa. Yo he seguido la de Jamie Oliver, con algunos cambios: he utilizado salmón fresco y salmón ahumado en vez de bacalao ahumado, he cambiado los tomates por tomates cherry pera, he añadido puerros y cebolleta, y me gusta más con huevos escalfados que con huevos duros.

{para 4 personas y un plato principal}
  • 300 gr de arroz basmati
  • 150-200 gr de salmón ahumado
  • un filete de 400 gr aprox de salmón fresco
  • 1 puerro, picado
  • 1 cebolla mediana, picada
  • 1 diente de ajo, picado
  • 2 cucharadas de curry en polvo
  • 1 cucharada de semillas de mostaza
  • un trocito de raíz de jengibre fresco, del tamaño de un dedo pulgar, pelado y rallado
  • el zumo de un limón
  • 12 tomatitos cherry tipo pera (más dulces), o tomate raf, o cualquier tomate dulce y sabroso
  • 2 huevos
  • 6 cebolletas, en aritos finos, eliminando el tallo más verde
  • un manojito de cilantro fresco

Cocer al vapor o hervir el lomo de salmón. Para el peso indicado, 10 m serán suficientes. Probar el punto de cocción separando las lascas más profundas de la parte más gruesa de la pieza con un tenedor. Si se separan fácilmente, está hecho. Desechar la piel y separar la pieza en trocitos, siguiendo el dibujo natural de las lascas.

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Cortar en trocitos las láminas de salmón ahumado.

Picar las ramitas de cilantro fresco y las cebolletas.

Cortar los tomatitos en cuartos.

Hervir el arroz basmati, 10 m, en suficiente agua hirviendo con sal. Escurrirlo en un colador y reservarlo.

Picar la cebolla, el diente de ajo y el puerro. Pocharlo unos minutos en una sartén con aceite de oliva, sin que llegue a coger color, hasta que la cebolla esté transparente, blanda y lacia, llevando cuidado con el puerro, que al no contener tanta agua es mucho más delicado y se quema con facilidad. Trabajar a fuego suave.

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Añadir el curry en polvo, el jengibre rallado y las semillas de mostaza. Dar unas vueltas.

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Añadir los tomatitos y el zumo de limón. Mover con suavidad, intentando que los tomatitos no se rompan, y enseguida añadir el arroz y revolver con cuidado.

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Añadir los dos salmones y el cilantro, reservando un poco. Revolver apenas, despacio, con mucha delicadeza.

Colocar en la fuente de servir. Rociar con algo más de cilantro picado y con las cebolletas cortadas en aritos finos, incluyendo la zona de transición entre el blanco y el verde y desechando la parte del tallo que es completamente verde.

Preparar los huevos escalfados. Para poder sacarlos entero a la mesa, y que cada uno se los parta y pueda disfrutar de la yema líquida recién abierta, es mejor cocinarlos en papel film que en su propia cáscara -pelarlos con su cáscara sin que se rompan y que queden con un aspecto presentable es más difícil ;)

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Preparamos unos cuadraditos de papel film y los untamos con aceite, dejándolos caer sobre una taza de café con leche. Partimos el huevo y lo vertemos dentro. Añadimos un poquito de sal, molida o unas escamas, y hierbas a nuestro gusto si nos apetece. Cerramos el paquetito frunciendo los bordes y lo atamos con un cordel. Los introducimos en agua que ya está hirviendo, durante 4 minutos.
Los sacamos, partimos el paquete por debajo del cordón, y lo deslizamos desde su lecho de film aceitado sin ninguna dificultad hasta la fuente de servir.

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El arroz está igual de bueno caliente o tibio. Incluso del tiempo.

Y listo. Un plato sabroso, nutricionalmente completo y con su riqueza nutritiva poco alterada porque los métodos de cocción son respetuosos y la elaboración limpia y rápida. Refrescante y con preciosos colores, perfecto para una comida de primavera.

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A disfrutarlo.

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Una pastelería en Tokio. Naomi Kawase. 2015. Caramel Films.
En casa, la puedes ver en Filmin, de forma legal. Sólo necesitas una cuenta de usuario y una cuenta de Paypal o una tarjeta. Esto no es publicidad sino aquello de compartir lo bueno con los amigos: desde que empecé a usarlo con continuidad, en una época de mi vida en la que pasaba mucho tiempo sola, me ha parecido un recurso estupendo para poder ver buen cine cuando por la razón que sea vas poco al cine, para poder ver cine documental de calidad, buenas series al propio ritmo, para poder recordar antiguos tesoros, para no perderme ni una sola peli de dibus, y para convertir una tarde torcida en una tarde placentera y bien aprovechada. ;)

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9 Comentarios

  1. La pel.licula la vaig vore d’estrena fa uns mesos i és absolutament deliciosa. Imagine que el plat que ens suggereixes i que no m’atrevesc a cuinar, deu ser, com la pel.licula, també deliciós. En qualsevol cas, veure la fotografia del plat servit a la taula ja m’omple. Gràcies Fernanda.

    • Sí que lo es, ¿verdad? Una gema tallada con mucha discreción. El plato no es tan delicado como ella, pero tiene lo suyo. Gracias! Un beso fuerte. Y feliz noche.

  2. Hola Fernanda,
    vi esa película el pasado mes de noviembre. Una preciosidad. Los silencios; la belleza.

    Saludos,

    Jose

    • Jose, qué bien has descrito esa cualidad numinosa que tiene: los silencios; la belleza.
      Feliz noche de descanso!
      Un abrazo, F.

  3. Hola Fernanda, llevaba toda la semana queriendo leerte y ver la receta. Y por fin encontré un momento de pausa.
    Pues que ganas de ver la película por lo que cuentas, muy de acuerdo en las cosas que dices, todo esta relacionado y cualquier gesto que no damos importancia puede serlo para otra persona y viceversa.
    Y la receta rica rica, estoy imaginándola, seguro que pruebo a hacerla. Sin duda, que el huevo escalfado mejor que el huevo duro, desde que los probé me encantan.
    Besos

    • Hola Ana! A mí también me encantan los huevos escalfados! Es que eso de mojar tiene mucho vicio, verdad? Mira, esta tarde estaba pensando en ti, he estado haciendo crackers de semillas y hummus mientras oía llover, ha estado lloviendo buena parte del día, y daba gusto estar en la cocina haciendo cosas tranquilamente. Y me has venido a la cabeza, pensaba si también tú estarías de cara a los fogones viendo llover. Que pases una feliz noche y que descanses bien. Un beso! Y gracias!

      • Crakers de semillas!! pon la receta porfi…Pues creo que no estaba en la cocina, pero reconozco que cocinar me relaja, disfruto un montón.
        Besos

  4. La película no la he visto (tantas películas, tan poco tiempo…) pero la frase es redonda, tienes razón. Nos empecinamos en encontrar el sentido de nuestras vidas cuando el sentido es dar sentido a la vida de los demás. Qué generosidad encierra esta frase. Gracias por descubrírmela.
    Un abrazo.

    • Otro muy grande para ti. Y muy feliz fin de semana! (podemos dedicarnos a hacer pan, a salir a comer al solete y a practicar de firme con esa frase…) :)

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