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Escrito por el May 6, 2018 en cocina de cosecha | 2 comentarios| etiquetas: albóndigas, alubias blancas, apio, carne, cebollas, orégano, pasta, sopas, sopas muy de invierno, zanahorias

minestrone

Principios de los años 70. En la casa familiar, cuando éramos pequeños, en la alacena del office siempre había guardadas una colección de sopas de sobre instantáneas.

Había verdadera afición en aquella casa en esos años a preparar con prisas un sobrecito de esos con agua calentita y poder beber una sopa con nombre y todo –un remedo de sopa– en menos de 5 minutos.

El desarrollismo aún estaba arrancando, y cosas como ésas, que hoy nos parecen toscas hasta el asombro, entonces nos parecían adelantos sofisticados.

Aunque los ojos se han dejado seducir en todas las épocas por la apariencia sugestiva de los envoltorios y las promesas de las cosas, convencer al pequeño listo de la casa que se esconde en la nariz y en la lengua ya es harina de otro costal.

Así que aunque era una sensación chula en aquellas casas que empezaban a ser «modernas» poder preparar aquella suerte de comida para viajes espaciales en cinco minutos, una vez cargabas la cuchara, aquella «Minestrone», un caldo turbio y lechoso con diminutas bolitas no identificadas flotando encima, te deshinchaba el ánimo en mucho menos de los cinco minutos que te había costado prepararla.

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Se ve que se me quedó a mí aquella sensación asquerosa de la sopa de la Minestrone de sobre grabada en algún pliegue interior, con una viveza tal que ha venido requiriendo durante años de un adecuado resarcimiento.

Resarcimiento que doy por bueno con la experiencia de preparar (y saborear) esta receta nonna.

Porque desde luego la idea de comer aquella Minestrone, aunque de ejecución fallida, como idea era buena: es un plato reconfortante como pocos, un genuino plato de nonna.

Por fin Minestrone ha vuelto a ser una palabra digna de respeto dentro de mi vocabulario de lo delicioso. :)

Está haciendo una primavera antigua. Mayo entrado, y casi todas las tardes acaban arreboladas de nubes, con viento enérgico y ganas de rebeca.

Así que esta sopita prodigiosa aún viene a cuento, y con ella nos despediremos aquí de las sopas para calentar el espíritu hasta el otoño.

Después de ésta, iremos a por las cremas frescas, verdes y ligeras de primavera.

 

{para cuatro personas y un día destemplado}

  • 2 cebollas picadas
  • 4 zanahorias picadas
  • 2 ramas de apio blanco, a poder ser con hojas, picadas
  • dos dientes de ajo laminados
  • 1 calabacín cortado en daditos pequeños
  • dos puñados de pasta corta de tu elección
  • 200 gr de alubias pequeñas cocidas (canellini o pochas)
  • 150 gr de parmesano rallado
  • tres cuartos de litro de caldo de verduras
  • una cucharada de pasta o concentrado de tomate
  • una cucharada de hojas de orégano fresco o seco
  • una cucharada de hojas de tomillo picadas frescas, o secas (si se tienen)
  • dos puñados de brotes de espinaca

para las albóndigas:

  • media cebolla pochada a fuego suave hasta que caramelice
  • 200 gr de carne de ternera
  • 2 dientes de ajo prensados
  • una cucharadita de mostaza antigua
  • una cucharadita de soja
  • una cucharadita de salsa barbacoa
  • una cucharada de perejil picado fino

 

Picar con una picadora o a cuchillo, finas, las zanahorias, cebollas y apio, y los ajos. Reservar una zanahoria que picaremos en daditos más gruesos, para dar textura.

Ponerlo todo a dorar en una olla con aceite de oliva.

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Cuando está bien rehogado, añadir el calabacín y los trozos más gruesos de zanahoria,  y rehogar un poco de nuevo.

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Añadir la pasta de tomate, las hojas de orégano, sal y pimienta. Cubrir con el caldo y dejar hervir veinte minutos.

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Mientras, montar las albóndigas uniendo todos los ingredientes en un cuenco a mano.

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Formar bolitas, congelarlas durante diez minutos.

Freírlas en aceite caliente hasta que se doren un poquito y añadirlas al caldo.

Añadir la pasta y las alubias.

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A los cinco minutos de cocción añadir los brotes de espinacas.

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Dejar cocer 5 minutos más y servir, coronando con el parmesano rallado.

Impresionantemente perfecta para esas noches de helor pascuero en que una está rodeada de polluelos que no tienen frío nunca pero saltan muy sospechosamente como lagartijas y cuando suben a casa traen mofletes de manzana roja de Blancanieves.

 

 

 

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2 Comentarios

  1. Toda la razón!!!!! aquello era una “porqueria”. Pero lo llevaba la época ……. Esto tuyo si son buenas y ricas sopas. Besos, muchos besos.

  2. Hola Fernanda,
    (…)
    qué bueno el anuncio. Ya no me acordaba.

    De crío no me gustaban las sopas y me preguntaba si esas sopas estarían buenas. Nunca lo supe hasta que crecí y las probé por mi mismo: Puaj. De hecho uno de los recuerdos más claros que tengo que terminaron de empujarme a la cocina fue probar un plato precocinado de sobre. En este caso eran tagliatelle. Seguí las instrucciones, maravillándome que de aquella cosa liofilizada pudiera salir algo comestible. Ah, pues no, salió una cosa incomestible y fue el último empujón que me hacía falta para empujarme a la cocina.

    Alimentos frescos, si’l vous plait desde aquel momento y en adelante.

    Y qué bien que mayo marzée ^__^

    Besos.

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