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Escrito por el Dic 31, 2018 en liturgia de las horas | 0 comentarios| etiquetas: Año Nuevo, cultivar el deseo, despedidas, lo más importante de la vida, magia, muerte, Reyes Magos

feliz año nuevo

· una carta a los tres Reyes Magos  ·

 

Si he de rescatar algo que escribir en estos días mercuriales de transición al año nuevo, es algo que está muy relacionado con la muerte reciente de un querido amigo.

Era una relación extraña, en el sentido de que yo no era inicialmente amiga suya, sino de su mujer, y fue la muerte de mi amiga la que nos llevó a estar cerca, pero de una forma poco convencional.

En los cuatro años que duró la relación nos vimos no más de cuatro veces, aunque nos escribimos con asiduidad. Y comenzó a pasarnos que de vez en cuando yo tenía sensaciones sobre él que luego siempre resultaban ser exactas…

El hizo suyo muy pronto que eso era un tanto chocante pero era así, y la confianza que nos otorgaba esa sincronicidad nos hizo compartir algunos momentos íntimamente extraordinarios, momentos en los que él sintió y comprendió cosas extraordinarias.

Probablemente nadie de su entorno sabía de esta relación, así que cuando su situación empeoró de repente y murió hace unos días, yo ni siquiera me enteré.

Sin embargo, una noche de final de noviembre tuve un sueño que compartía la calidad de visión con algunos que él me había contado en sus últimos meses. En el sueño su mujer bajaba a recogerlo, y yo al verla llegar entendía a qué había venido y lloraba desconsoladamente.

Y cuando me levanté tuve la certeza de que algo había pasado.

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Después supe que todo esto pasó el día siguiente al que él había partido.

Pero como son cosas que nos da miedo saber, y cuando nos sucede algo así preferimos pensar que no estamos bien sintonizadas, le puse un wasap, deseando oír un pit pit que disolviera en la nada mi visión. El pit pit no llegaba, y cuando varios días después no me había contestado, busqué en google y encontré la cita de su tanatorio.

En ese mismo momento, nuestra última sincronicidad me dejó helada. En shock.

Ya no estaba.

Ya no estaría más.

Y yo no me había enterado. Se había ido sin que yo lo supiera.

(Aunque en realidad eso no era cierto).

Estaba en medio de un curso que no podía abandonar, y me sentía completamente sobrepasada, completamente colapsada.

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Pero muy poco después ese frío terrible se fue derritiendo y dejó paso a una dulce sensación de orden y de regalo.

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Él había querido despedirse de mí así, y eso era un todo un regalo.

Un regalo mágico, de los que pueden sacudir parcelas enteras de tus creencias.

Y al mismo tiempo sentí un orden nuevo y calmo: habían venido a recogerlo, había regresado adonde estaba completamente acompañado, no sin antes haber peleado aquí cuanto había podido, y todo estaba como debía estar.

Era la misma sensación que él había tenido en sus últimos sueños: una sensación de gracia que se sobreponía a la de drama.

En las cartas de los últimos tiempos, si había una constante, era el agradecimiento por seguir vivo, y el lento florecimiento de un sentido íntimo que lo reordenaba todo.

La sensación de la maravilla de estar vivo. La sensación de ver la vida desde lo alto de la montaña.

Por encima de las tremendas dificultades en las que consistía su vida diaria, con cualquier otro deseo limitado a cero por la necesidad de desear seguir sobreviviendo un día más, sus palabras destilaban amor y visión: la visión del conjunto, del plano general.

Era una persona profundamente optimista y profundamente generosa, y lo demostró en ese amor a la vida y esa visión hasta el final.

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Aunque nuestra relación era muy poco “corpórea”, lo echo mucho de menos.

Echo de menos sus cartas con sueños y poemas, con fragmentos de libros que le han hecho acordarse de mí. Los guiños fugaces aquí y allá que te hacen sentir el instantáneo contacto feliz, la conexión más simple y animal que existe.

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Benignamente contaminada por su optimismo vital y su visión del conjunto, yo hoy me digo a mí misma que ha sido un buen año, de mucho trabajo y muchos logros.

Un año en que he aprendido, sobre todo, a ser más libre.

Y me pregunto a mí misma, yo, que tengo la inmensa suerte de estar sana y poder tomar mi vida entre mis manos para llevarla hacia donde desee, ¿qué es lo que deseo?

Creo que ése es el gran secreto, la llave de la puerta mágica que atraviesa la mitad de la vida. Mantenerse cerca del deseo.

Él es quien nos salva de todo desierto, de toda sequía.

Cuando el trabajo y el amor nos han llevado ya muy lejos, nos detenemos y nos preguntamos, y hoy, ¿qué es lo que deseo?

Es una pregunta tan sencilla… pero si nos atrevemos a ser sinceros, y a descender dentro de nosotros mismos lo bastante para escuchar el pulso del deseo verdadero, nos vamos a llevar tantas sorpresas…

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Porque, más allá de la salud, el dinero y el amor, ¿sabríamos responder a la pregunta del genio sobre los tres deseos?

¿Nos conocemos a nosotros mismos lo bastante?

Encontrar y rescatar el deseo, darle de comer, iluminarlo, enarbolar el deseo como una bandera o como un faro: el deseo es la expresión adulta de la caja de semillitas que nos entregaron al nacer.

El deseo nos hace saber que estamos vivos, que seguimos vivos, que la vida y su milagro de posibilidades sigue siendo nuestro derecho natural.

Nos hace saber quiénes somos y quiénes podemos llegar a ser.

Nos espolea, nos enciende.

Nos mantiene despiertos.

Hace que nos brillen los ojos y la piel.

Nos da fuerzas, foco y alegría.

Renueva nuestra gratitud por estar vivos.

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Y nos puede llevar a cualquier sitio.

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Esto es lo que me gustaría desearos hoy: buscad los interruptores,  encended vuestros faros.

Alimentad vuestros deseos: no los deseos banales que nos rodean a toda hora en nuestras comunidades prósperas, sino deseos trascendentes y transformadores, ésos que os mantendrán en marcha y aumentarán la clase de riqueza que nadie podrá quitaros nunca.

Pequeños y grandes y no muchos: uno, dos, tres. Uno para cada Rey Mago.

Sentaos con toda seriedad y con el corazón entre las manos escribid este año vuestra carta a los Reyes Magos.

Como cuando éramos niños y era tan difícil elegir sólo tres juguetes.

Poned esos deseos sobre un papel, empezar a andar el camino que marcan sus señales, y dejad que multipliquen vuestra vida.

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Y que os lleven adonde ellos quieran.

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FELIZ AÑO NUEVO 

 

 Y mientras todo esto se cocinaba a fuego lento, esto otro es lo que hemos comido esta semana: cubitos de Negroni.

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