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Escrito por el Ene 10, 2015 en liturgia de las horas | 14 comentarios| etiquetas: merxe escrig

merxe

Quién piensa que de un segundo al siguiente algo desaparece para siempre.

Lo pienso muchas veces y siempre llego a la misma conclusión: es algo que no nos es dado imaginar.

Nadie piensa que tú, que estás aquí conmigo hoy, puedes no estar dentro de unos segundos. A santo de qué.

Hay una foto, en una escalera nobiliaria. Todos somos 20 años más jóvenes.
Merxe, como siempre, tenía ganas de beberse la vida. Tenía ganas de ver el mundo, de experimentar, de romper con las rutinas, que por reconfortantes que sean al final siempre resultan un poco acartonantes.

Se fue a Londres. Conoció a un bibliotecario de la British Library. Se enamoró.
Él se jubiló. Volvieron al Levante español, un lugar que Julián adora. Adoptaron dos niños. Comenzaron a pintar un lienzo de familia.

Antes de todo eso, para ella y para mí pasaron muchas cosas.
Merxe tenía una casa en el barrio de Abastos.
Una casa pequeña, hospitalaria, en la que habíamos pasado muchas tardes.
A ella le encantaba coser y nos habíamos reunido para cortar, coser y guatar de vez en cuando.

En esa casa pasamos una noche de verano inolvidable, cenando en su terraza rodeados de una plaga de polillas nocturnas como si aquello fuera Egipto, mientras el aire tibio de la noche de verano tardío hacía vibrar la noche como el viento a un cañaveral.

Jerica. Shariqua

Cuando se fue a vivir a Inglaterra, dejó su casa a mi cuidado.
Era un tiempo muy difícil para mí, y su casa fue muchas veces un cielo protector.
Mi cielo protector.
Cuando volvió en Navidad, yo dejé enrededado en el perchero Tonet de su recibidor un follaje de bolas de Navidad, y encima de la mesa del comedor, manzanas y peras de invierno.

Ellos eran felices, y yo también lo era, recordando esa casa generosa que estaba tan llena de amor.

Algún tiempo después yo me separé en muy malas condiciones.
Llamé a Merxe una noche, se lo expliqué, y a la mañana siguiente tenía las llaves de su casa.

Esa casa que yo había cuidado unos meses antes fue después mi primera casa de mujer recién divorciada.

Esa mañana en que yo ya sabía que ésa iba a ser mi nueva casa, me levanté a las seis de la mañana y me fui para allá.
Cogí el ascensor y entré, con mi llave, esa llave que ahora era mía: toda la casa limpia y perfectamente vacía, con el sol rojo del amanecer derramándose sobre las cristaleras del comedor.

Me senté en el suelo, y mientras me caían las lágrimas por las mejillas, pensé que en aquella casa me sentía segura, que allí nunca más me pasaría nada malo, que ese cielo significaba un mundo entero de cosas por conocer, cosas mías, que decidiría solo yo, y que todo eso, ese mundo nuevo, era un regalo más de mi amiga para mí.
Una casa en la que, pese a todo el embrollo emocional del momento, no se podía ser más feliz.

Vall de la Gallinera. Casa Gallinera

Merxe avanzó por sus propios senderos y cuando vino su primer hijito, Mario, el arrullo que yo había cosido para mi niña en el mes de agosto, utilizando mucho de lo que había aprendido con ella, un mes antes de mi parto, fue el regalo que escogí para él.
Significaba cosas muy buenas: cabezonería, soledad, trabajo silencioso, la esperanza de que los deseos pueden cumplirse, una destilación personal de la belleza y de la maternidad. Cosas en las que las dos creíamos a pies juntillas.

Después vino la pequeña. Angela. Otra alegría casi inconcebible.

Antes de todo eso, yo viví los primeros seis meses de mi divorcio en aquella casa, su casa de soltera.
En la habitación en la que ella había dormido coloqué la cama en la que dormí yo; en su habitación de invitados coloqué la habitación de mis niños, con sus dos camitas, la casa de muñecas y la tele donde a las 7,30 de la mañana veíamos el Oso de la Casa Azul mientras nos vestíamos y nos tomábamos el vasito de leche.
En el pasillo hicimos una gatera con escalera para el gato Merlín, y aunque no tengo manera objetiva de estar segura de eso, creo que a Merxe le hacía muy feliz saber que yo era feliz allí.

en casa

Antes de todo aquello ella vino con su chico de Londres, se casó a su manera, y la vida ese día fue una fiesta.

Años después trajo a sus niñitos de lugares lejanos, y la vida ese día fue una fiesta.

Virgen de la Vega

Poco a poco fue hilando una vida a su medida, una vida que redefinía muchas palabras conocidas: hippy, silvestre, soleado, hospitalario.
Y todos esos años, pese a los cepos que de vez en cuando a todos nos saltan a los tobillos, la vida era una fiesta.
Porque era su vida. La que ella había elegido.
Y es que si hay alguna, ésa es la verdadera esencia de la fiesta.

Y creo que eso es lo que hoy he venido a decir.

Merxe tenía ese don: sabía entender que la vida era un regalo, era una fiesta.

Una paella bajo el sol de invierno era una fiesta.
Comer debajo del jazminero era una fiesta.
Un gin tonic con amigos en la playa oliendo a sal era una fiesta.

Almarda. Conway - Escrig

Un abrazo mirando a la nenita con ojos rasgados que estaba envuelta en una manta de franela roja era una fiesta.
Hacer pan, chutney y mermelada era una fiesta.
Plantar judías, tomates, habas, era una fiesta.
Podar el rosal era una fiesta.
Oír el silbido vaporoso de la tetera hirviendo era una fiesta.

Por eso, quizá, no nos dijo nada antes de hoy.

Por eso quizá nos hemos enterado de improviso, y nos hemos quedado con el alma partida y sin aliento.

Porque ella sabía muy bien que la vida era un regalo, y se comportó hasta el final como si fuera la guardiana de las cintas y el papel de colores.

¿Por qué se tienen que marchar las personas que mejor han entendido esa sustancia de la vida, eso de lo que la vida está hecha, como si fuera la receta perfecta de un caldo de cocido?

Pues no hay respuesta.

No hay respuesta.

En casa.

Hoy sólo hay recuerdos, una vela que huele a una hierba que a ella le encantaba, un ramo de nadaletas que huelen a invierno feliz, un whisky en un vaso de cristal tallado, para honrar este brindis a solas que es por su viaje, y la sensación de que ella nunca, nunca, nunca, nunca, dejará de ser para mí tan real como es ahora.

En casa.

Hace exactamente dos años, ella y yo nos intercambiamos estos correos:

Mi querida Mer,

estos días he pensado en ti con el presentimiento de que algo no iba bien. Hoy he hablado con Rosa y me acabo de enterar.
No te llamo porque sé que ahora no es el momento.
Sólo quiero decirte que tus amigas estamos aquí para CUALQUIER cosa que necesites, siempre.
Y que no hay nada que una mujer supercabezota como tú no pueda conseguir.
Te queremos.
Un abrazo muy muy muy muy fuerte, Fer

Fer preciosa nunca es mal momento para las amigas…………es cierto que no he estado muy operativa, afectivamente hablando, pero que estas presente, que he pensado muchas veces en escribirte a ti y a unas pocas personas mas, tu puedes poner esos nombres fácilmente. Pero ha podido más mi resistencia a ser transmisora de noticias complicadas, y pertubadoras. Me he pasado dos meses así, hemos tenido que reorganizar radicalmente nuestros planes, en fin!!!, no entro en detalles: al final, Mario y
Julian están en Cambridge, y Angela y yo junto con mi hermana y mis goteros aquí…………establecido el batallón de resistencia.
Las cosas ya fluyen y tenemos nuestras rutinas, afortunadamente Angela ha vuelto a su Cole al Cervantes y a su baile y la pisci y esas rutinas que a los niños ( y a los adultos) les da tanta seguridad.
Nos veremos y charraremos, se que tu momento profesional se complica, pero eres una mujer muy sabia y sabrás darle la vuelta a esta cutrez, a veces insoportable, que nos rodea. Para alegrarnos, ademas, tenemos a estos energéticos que se dedican a mover el esqueleto sin complejos. Abre el video y te llevaras una estupenda «surprise».
te quiero
Mer

Al final la vida, que a veces puede ser terriblemente hija de puta, me ha desmentido: haber superado una polio de pequeña, haber decidido de antiguo que daba igual tener que hacer el triple de esfuerzo que cualquier otro de nosotros para cosas tan simples como subir un escalón o conducir un coche, no ha sido suficiente; ser cabezota hasta llenar el vaso y desbordar, no ha sido suficiente.

Almarda. Conway - Escrig

Y hoy nos hemos quedado sin su cabezonería, sin su manera de quitarle importancia a las cosas, sin sus empujoncicos, sin su estilo de decidir en modo pim pam pum, sin su deliciosa filosofía de que vivir es un regalo y el que no lo vea pues ya tiene bastante desgracia con eso.

Nos quedamos mucho mucho más solos.

Así que nos agarraremos bien a ella, esté donde esté, para acordarnos de todo eso que nos ha dicho a distancia, a veces sin decirlo con palabras, tantas veces.
Dejad de quejaros. Tirad para adelante.

Y esforzaros en ser felices. Venga ya.

Mi querida Merxe, no te vayas muy lejos.
Para que podamos seguir hablando contigo.
Porque nos harás falta. Mucha falta.

Buenas noches princesa.
Te queremos.

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14 Comentarios

  1. Gracias Fer, hoy ha sido todo tan difícil… Has puesto paz en mi corazón con tu capacidad para crear y compartir belleza. Esa belleza que Merxe siempre supo poner en todo.
    No, no todo fue naufragar por haber creido que amar era el verbo más bello.

    • Querida Marina… Esta noche, ya de madrugada, desvelada, pensaba que Merxe nos habrá estado mirando y sonriendo. Un grupo de mujeres amigas, algo que ella apreciaba tanto, a su alrededor, abrazándola juntas aunque ya no tuviéramos su cuerpo…

  2. Porque la vida es una fiesta. Siempre. Y hay que celebrarlo. Gracias a gente como Merxe a quien después de leer tus líneas me he quedado con ganas de conocer. Gracias a gente como tu. Un abrazo cálido.

    • Mi querido Hono…
      Tú a Merxe le hubieras encantado. Los dos sois apasionados, brillantes, comprometidos, más elocuentes que el champán, tan conscientes, y tan de pim pam pum… hablo en presente y lo hago adrede.
      Ya han pasado dos días enteros, con sus ratos de llorar, con sus ratos de no poder creerlo, con sus ratos de dentellada en la nuca; ahora viene otra noche, joder, qué difícil es esto. Gracias Hono. Un abrazo fuerte.

  3. Hola Fer,
    Comparto pena y dolor…Merxe, como tú dices, era una persona extraordinariamente valiente, luchadora, animosa y alegre. El sábado, cuando me enteré, pasé el día en estado de shock. No me lo podía creer, ¡ella que siempre había vencido todas las dificultades que la vida le ponía por delante! Se ha ido un alma buena, de esas de las que vale la pena aprender mucho porque siempre tienen algo que enseñarte…Pero la vida no es nunca demasiado justa.

    • Querida Yolanda, creo que ésa es la sensación que tuvimos todos, shock absoluto. Como era como era, yo creo que prefirió que no supiéramos que no quedaba tiempo apenas. Y sí, la vida pocas veces es justa, así es. A Merxe le sucedieron en su vida muchas cosas extraordinarias: encontrar una persona tan increíblemente compatible como Julián, la llegada de los niños, su hermana, el tropel de amigos que la adoran… tantas cosas buenísimas. Pero también pienso que sucedieron porque ella tenía esa carga eléctrica que tienen algunas personas, que aglutinan personas y cosas buenas a su alrededor. Y no sólo ella debía haber podido seguir dando todo eso tan grande que llevaba dentro, sino que ahora ahí se quedan sus niños, tan pequeños aún, y su Julián… Y se te pone todo del revés cuando lo piensas.

  4. Gracias por escribir esto, Fernanda. Era mi vecina de abajo. Fue muy duro conocer su enfermedad, pues compartimos muchas cosas -entre cuidado de niños, cervezas y sonrisas- con ella y con Julian y su chispa. Es muy reconfortante, ahora mismo, poder leer algo así.

    • Caray Julio. Ayer me contó Romà que se enteró por ti. Yo no sabía que erais vecinos.Seguro que Merxe era esa vecina de dar envidia, relajada, sonriente, la que siempre tiene la despensa llena de cervezas, un pan en el horno y un plan improvisado para compartir. He estado muchas veces en esa casa que sabía tanto a casa; me acuerdo de su reforma, de cuánto la pensaron, de los cuartos de los niños, los libros por todas partes, de los paneles de cristal en lo alto de las habitaciones interiores para que la luz traspasara la casa de un lado a otro, del balconcito con flores, de la cocina comedor con la tetera siempre lista con su calentador de punto. Qué bien tenerla de vecina. Y a Julián, ese hombre tan bueno y tan bohemio, tan delicado, tan divertido, tan poco común que debería haber un adjetivo solo para él. Gracias Julio. Creo que somos muchos ya los que estamos juntos haciendo un círculo de fuerza a su alrededor.

  5. Fer, me ha impresionado la delicadeza de tu escrito sobre Merxe. Es bello, como tu blog. Una magnifica manera de acompañar a Merxe y a todos los que ya la añoramos. Exquisitamente culinario, como ella en sus fogones. Gracias por permitirme recordarla a través de tus palabras.
    MJOSE, una de sus amigas del alma.

    • Hola Maria José! Me da mucha pena que nos conozcamos precisamente por esto, pero seguro que a Merxe le alegraría, campanita como era ella. Mil gracias de todo corazón. Ha sido una semana muy dura, y aunque no os conozco en persona, me he acordado mucho de vosotras, sus amigas del alma, como tú dices, que siempre estabais entrando por aquí y por allá en nuestras conversaciones. Creo que nos veremos muy pronto y nos podremos dar en persona el abrazo que ahora te mando.

  6. Aunque no tuve la suerte de conocer a Merxe, si a una buena amiga suya,

    me quedo después de leeros con que hay personas especiales y buenas en este mundo,
    que nos enriquecen, nos acompañan y nos llenan, como ella ha sido y nunca dejará de serlo.

    Una vela con olor a unas hierbas, un vaso de whisky tallado para ella, también caben en un lugar de mi casa,

    En la ventana que mira al cielo, justo debajo de las estrellas que nos miran y protegen, las más brillantes.

    Abrazos.

    Abrazos

    • Querida María, muchas gracias por tus palabras y por tu ventana. Como tú sabes muy bien por tu experiencia, las amigas de las amigas siempre andamos enlazados por algún lazo invisible en estos momentos… Muchas gracias y muchos besos!

  7. Fernada,
    Soy Inés una de los muchos amig@s de nuestra querida Merche que nos reunimos el sábado en la playa para de alguna manera decir adiós a su presencía física.
    No he encontrado el escrito que leíste y me gustaría releerlo porque me gustó. Me dices dónde lo puedo encontrar?.A también me recuerda Merche a una noche de verano, a la playa, a vacaciones, a alegría y a mucho cariño.
    Un abrazo y prometo experimentar una de tus recetas!
    Inés

    • Hola Inés! Qué alegría conocerte, aunque sea así. La entrada en la que estás es la primera, la que escribí nada más enterarme. Después hay otra, escrita unos días antes de nuestro encuentro, ya en otro estado de ánimo, que fue la que elegí para leer. Está en Pastela marroquí. El texto con el que comienza se llama Despedidas y no-despedidas, y lo que elegí para leer es la segunda parte de ese texto. Muchas gracias Inés. Me da alegría que estemos en contacto. Un beso fuerte y feliz martes.

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